EDITORIAL DE LA SEMANA
Autoestima y la Identidad
Normalmente las personas con poca
autoestima tienen, lo que se conoce popularmente como “problemas de identidad”.
No se trata de un sentimiento de humildad, que a primera vista podríamos ver, sino
de degradación catastróficamente deprimente de ellos mismos. Estas personas
pueden actuar con desesperación para obtener una identidad, siendo cualquier imagen,
idea, concepto, mejor que ninguna.
Algunos ejemplos de evaluaciones
psiquiátricas, muestran a personas que comenten todo tipo de acciones que conllevan
a demostrarle a la sociedad que son alguien, como el caso de un joven que había
sido arrestado por robar un banco. El asalto había sido planeado tan chapuceramente
que su propósito parecía ser que el ladrón fuera arrestado y no que consiguiera
dinero. El joven señalaba orgullosamente su foto en la primera plana del
periódico. ¡Lo había logrado! Ahora era alguien; alguien negativo, pero
alguien, al fin.
Si bien no todas las personas actúan de
esta manera para resolver sus problemas de identidad y baja autoestima, las
formas que los llevan a resolver estos problemas de identidad tampoco son tan
saludables. Es muy importante entones tener una sana autoestima esto evitaría
la necesidad de resolver cualquier problema de identidad.
Una persona que siente que carece de
identidad puede tratar de adquirir una identidad o quiere estar perteneciendo a algo. Esto es descripto por el
Gaón de Steipl (Jaié Olam, vol. 1, cap. 5) en su perspicaz observación de
personas que defienden ideales y congregan a la gente bajo el estandarte de
algún movimiento ideológico al que luego glorifican o incluso adoran. El
establece que en esta forma las personas que no pueden sentirse valiosas
adquieren un sentimiento de valorización identificándose con algo que ellas
pueden considerar sublime. (Dr. A. Twerski)
Esta forma de adquirir identidad se da
mucho en nuestros días, es por eso que nuestra sociedad se ha convertido en una
sociedad sin identidad, esto es a todo nivel socioeconómico, principalmente en
nuestra juventud. La falta de identidad es tal que va desde creer ser “un narco
colombiano” a un “señor de los cielos”, hasta ser un “apóstol”, pero el más interesante es el del súper
triunfador, este aunque pueda tener algunos elementos compensatorios, se
producen a un costo muy alto. Este súper triunfador puede esforzarse
constantemente y alcanzar posiciones y títulos prestigiosos. Este esfuerzo, solo tiene un objetivo, darle
respuesta a la pregunta “¿quién Soy?”, luego de alcanzarlo, la respuesta es
como música a sus oídos, él tiene ahora la respuesta, “soy médico”, “soy un
abogado”, “soy presidente de una organización”, “soy dueño de esta casa grande”,
“soy dueño de este carro lujoso”, “soy un apóstol de la iglesia más grande”, “soy
un Rabino”. En el caso de este súper triunfador, estos intentos para remediar
deficiencias que están en su mente debido a esta falta de autoestima resultan
insatisfactorios y estas personas se convierten, invariablemente, en
desdichados médicos, abogados, poseedores de elegantes automóviles, etc.
La falta de efectividad de esta táctica
para alcanzar una identidad está bellamente ilustrada en una de las leyendas de
los “sabios de Jelm” que menciona el Dr. A. Twerski:
“Uno de ellos visitó cierta vez una casa
pública de baños y se encontró en un “terrible aprieto”, porque sin las ropas
que lo distinguiesen de los demás todos parecían ser esencialmente iguales.
“Entre todos estos hombres que parecen iguales”, se dijo a sí mismo, “¿cómo
sabré cuál soy yo?” Luego de pensarlo cuidadosamente, se le ocurrió una
brillante idea. Tomó un trozo de cuerda roja y la ató alrededor del dedo gordo
de su pie. ¡Ahora era otra cosa! No había forma de que pudiera perderse entre
tantos hombres iguales. Desafortunadamente,
mientras se enjabonaba y duchaba, la cuerda roja se deslizó fuera de su dedo y
otro bañista la pisó de tal manera que quedó enganchada en el dedo gordo de su
pie. Después de un rato, el “sabio de Jelm” advirtió al portador de la cuerda
roja, luego miró su propio pie y, por supuesto, no vio nada. Quedó confuso y
acercándose al otro hombre le dijo: “Perdóneme, pero quizá pueda usted
ayudarme. Sé muy bien quién es usted, pero, ¿podría usted decirme quién soy
yo?”
Este relato que menciona el Dr. A. Twerski contiene
una profunda enseñanza psicológica. Si mi identidad es un hilo roja,
quienquiera que lo lleve puesto tiene mi identidad. Si mi identidad es el extravagante
automóvil o la casa grande, el ser abogado, etc., ella será el resultado del título y yo
permaneceré invariable.
La afirmación “soy un médico” expresa lo
que hago, y la expresión “soy dueño de esa casa grande” indica lo que tengo,
pero ninguna de las dos dice qué soy yo. Si nos resulta difícil describirnos a
nosotros mismos y lo hacemos en términos de lo que hacemos o poseemos, ello
indica cuánto nos hemos desviado del verdadero sentido del propio yo.
La identidad está relacionada con el amor
propio, este es un sentimiento relacionado con la autoestima, que necesita ser
cuidado cada día. Tener amor propio no significa quererse porque sí, ni creerse
el mejor, sino que implica conocerse a sí mismo, saber cuáles son nuestras
virtudes y nuestros puntos débiles, saber las herramientas que tenemos para
reaccionar ante las situaciones y cuáles son los recursos que podemos aprender.
El amor propio implica que ha habido un viaje a nuestro interior, que hemos
tenido una conversación con nosotros mismos y que hemos conseguido hacer las
paces con cada uno de nuestros “yos”. El amor propio depende únicamente de ti,
de cómo te veas tú, y no de lo que opinen los demás.
El amor proprio, esa identidad está en función
de cuanto ames a los demás como está escrito: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”
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